“Una vez fui simplemente una chica de Tokio que corría la carrera de ratas, intercambiando horas de mi vida por una vida estable. Pero hoy soy una persona diferente, con el pelo corto y encuentros diarios con las olas verdes que bañan las costas de Okinawa”, Chihiro.
En Tokio, la vida transcurría entre una confusión de luces de neón y listas interminables de tareas pendientes, dejando poco espacio para la reflexión o la apreciación del momento. Tokio no podía ofrecer la paz que buscaba. Esta comprensión marcó el comienzo de mi búsqueda de una vida que resonara más profundamente con mi ritmo interior, lo que me llevó a Okinawa.
Vivir junto al mar en Okinawa me ha enseñado lecciones más simples pero profundas. Cada ola me recuerda que debo tomar la vida como viene, ser flexible y no enojarme por pequeños problemas. Aquí la naturaleza es la mejor maestra. Ver el mar en calma por la mañana me enseña paz, y las olas tormentosas por la noche me recuerdan que la vida está llena de altibajos, pero cada situación pasa.
Enseñar a otros a hacer SUP se ha convertido para mí en una forma de compartir lo que he aprendido aquí. Ver a los recién llegados luchar contra su miedo y ponerse de pie sobre su tabla por primera vez es asombroso. Nos muestra a ellos y a mí que podemos hacer cosas difíciles si no nos rendimos. Esta se ha convertido en mi forma de retribuir, ayudando a otros a encontrar valor en las olas.
No sé si me quedaré en Okinawa para siempre. Pero una cosa es segura: este lugar me ha cambiado. Me ha enseñado a vivir el momento, a ser valiente y a la belleza de llevar una vida sencilla. No importa a dónde vaya a continuación, estas lecciones permanecerán conmigo y siempre llevaré un pedazo de Okinawa en mi corazón.